Miedo a perder un hijo... nos pasa a todos
By Denise Dziwak
April 24, 2014
Desde el embarazo mismo, en espera de un hijo, aparecen muchos de los miedos que tenemos guardados en algún lugar de nuestra psique. El más común de los miedos en todo ser humano es perder lo que más quiere: su vida y el de aquellos a quien ama. En el embarazo esto se manifiesta como un temor a perder ese regalo que estamos recibiendo de la Vida misma: otra vida en nuestro ser. También fantaseamos o nos atormentamos con posibilidades de pérdida después de que nazca y muchas madres me cuentan que aún con sus hijos grandes siguen temiendo la muerte de los mismos. En definitiva la pérdida de un hijo es uno de nuestros mayores miedos como padres.
Al indagar de dónde viene ese miedo y para qué está en nuestras vidas descubrí algo poderoso y tal vez hasta obvio para algunos: la mayoría de las veces ese miedo no es real y deviene de una creencia más profunda que tiene que ver con la mirada que tenemos sobre nosotros mismos. Por ejemplo una madre puede tener miedo que su bebé se golpee y al indagar y consultarle a ese miedo (ya que podemos dialogar con “él”) lo que realmente le preocupa (¿Y si pasa eso que temés, qué pasa?) pueden aparecer creencias tales como “no sería buena madre”. Esto quiere decir que el miedo es a no ser quien creemos que “tenemos que ser” (“buena madre” en este caso). Así el miedo nos impulsa a actuar previniendo que pase y por ende nos sentimos más “útiles” o activas no conectando con lo que hay detrás: exigencia a ser de una manera y el miedo a perder esa imagen de nosotros mismos. El miedo, si viene de esta fuente, seguirá operando, y nos dejará ocupadas en el afuera tratando de controlar lo que pase, pero no nos permitirá ahondar y sanar lo que realmente nos daña: nuestra baja autoestima que nos llevar a pedirnos ser de una forma u otra. Qué diferente sería si pudiéramos llegar a decirnos: “Pase lo que pase con nuestro hijo somos la mejor mamá del mundo para él, simplemente porque somos su mamá y lo amamos”.
Otra fuente de miedos puede tener que ver con la creencia de no merecer aquello que somos, tenemos, hacemos, y por ende este miedo produce actitudes muchas veces “saboteadoras” de lo que somos, tenemos y hacemos. Nos saboteamos para demostrarnos que como creíamos no merecemos aquello que nos pasa en la vida (profecía auto cumplida). Un hijo, es de los regalos más maravillosos que podemos recibir y si en el fondo tenemos esta creencia podemos temer por su vida para hacernos cargo controlando lo que le pase, o sufrir gracias a ese miedo omnipresente y así valorar o “merecer” nuestro regalo. Esta creencia de tener que hacer para merecer o tener que sufrir para merecer es ancestral y está muy unida a la formación religiosa judeo-cristiana. Lamentablemente seamos o no de una religión al formar parte de una cultura común, podemos haberla integrado inconscientemente. Lo sanador es descubrirla y desarmarla, cambiándola por otra, eligiendo comportarnos acorde a la nueva creencia. El miedo se deshace cuando yo creo: “merezco la hermosa vida que tengo incluida mi hijo porque soy quien soy” sin dar muchas más explicaciones al respecto.
Somos partes del universo y fuimos creados con el máximo amor, y de ninguna manera fuimos creados para sufrir o ganarnos la existencia. Fuimos creados para amar. Si podemos valorarnos y respetarnos otorgándonos el derecho a ser quienes somos, tener lo que tenemos y hacer lo que hacemos podremos honrar nuestra vida con gratitud y humildad, ya que sabemos que nos es dada y por ende es nuestra responsabilidad cuidarla.
Tener hijos despierta muchos miedos que nos permiten encontrarnos con lo que hay detrás de ellos: nuestra sombra con sus creencias y actitudes destructivas (víctima, saboteador, etcétera).
Los invito a conectarse con esa sombra y preguntarle para qué existe en nuestras vidas, qué quiere de nosotros y por qué (creencia). Luego conectarse con todo el amor de la creación y ofrecerle otra forma más amorosa de ver el mundo y asegurarle que la amamos (a esa parte oscura) pero que decidimos obrar con la luz. Ya el sólo hecho de escuchar, conectar y honrar esa sombra nos permitirá ir integrándola de alguna manera.
No es un camino fácil y tal vez quieran que alguien los acompañe a ese encuentro con su parte oscura. Pidan ayuda si así lo creen necesario. Estamos aquí para apoyarnos y darnos amor así que tenemos todo lo que necesitamos para sanar.
Con amor y gratitud,
Denise Dziwak
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