¿Lo primero que toda “buena” madre hace que es? Y sí, flagelarse con la CULPA. Si le hubiera dado más contacto físico al principio, o más limites, o menos ceder en temas que para mi eran importantes y que al hacerlo estaba cediendo mi ser…culpa con ella, conmigo, con todo… OK, nada de eso es amor, son formas de explicar que solo terminan erosionando más mi autoestima, y en directa consecuencia mi capacidad para amarme a mí y a mi hija.
¿Quien puede amar desde la culpa? No nos mintamos, son incongruentes o excluyentes, lo que sale no es amor sino una mezcla de someterse o someter según el momento porque no hay equilibrio desde esa emoción.
Así que como buen coach ontológico me puse a hacer el ejercicio básico para construir relaciones que empieza por enumerar todas las opiniones que tengo sobre la otra persona, en este caso mi hija. Miles claro, sobre como “es” ella, como se comporta, por qué hace lo que hace, etcétera. Aclaro: OPINIONES, o JUICIOS. No son hechos o afirmación sino INTERPRETACIONES que yo hago en base a hechos. Otra persona puede bien hacer otras interpretaciones ante los mismos hechos. Por eso el segundo paso del ejercicio, y donde creo que siempre surge el cambio de paradigma que nos retiene en la insatisfacción, fundamentar las opiniones. Fundamentar implica al menos 4 acciones: 1) buscar afirmaciones/hechos que demuestren válido el juicio, 2) referirlo a un estándar o parámetro (bueno o malo respecto a qué), 3) buscar contra-afirmaciones (hechos que demuestren lo contrario) y si las hay ya no hay fundamentación, y 4) encontrar el para qué me sirve fundamentar este juicio.
Con mi hija me quedé con casi nulidad de juicios fundamentados por dos motivos: 1) encontré muchísimas instancias que afirmaban lo contrario a mi juicio y 2) no encontré que el para qué de fundamentar fuera constructivo para la relación en sí. Así que libre de opiniones que denigraban mi mirada de ella me pregunté: ¿qué me detona cuando veo su mirada?, ¿qué me refleja de mi ser que no estoy viendo o aceptando?. Y ahí comprendí todo. Ella me viene a mostrar como aceptarla porque ese aceptarla es aceptarme a mi con todo lo que no me gusta de mí misma. Nuestra relación es una fuente inagotable de experiencias de aprendizaje donde aprendo a amar y aceptar compasivamente su sombra y la mía. No casualmente compartimos nuestra Luna en Libra lo cual quiere decir que tanto nuestros inconsciente como nuestras niñas internas son similares.
El ejercicio siguió con hacerme cargo de cómo yo me trataba a mí misma en relación con ella y como caía en los patrones que criticaba u opinaba eran negativos.
Desde ese lugar de responsabilidad (no culpa!) y de saber que ella viene con su impronta que nada tiene que ver con mi crianza (soltando la omnipotencia materna que tantos autores flamean en sus banderas) pude comprometerme con el amor, con amarla y aceptarla porque ya lo había hecho con mi propia sombra y ella era meramente un reflejo de la misma. Ya no me pesaba lo mismo que antes la relación y sentía confianza y paz. Mucha paz.
Los invito a revisar sus opiniones sobre sus hijos o relaciones mas cercanas y preguntarse si valen la pena (las opiniones en sí) o si es tiempo ya de hacernos cargo lo que estas relaciones tienen para enseñarnos y comprometernos con aprender.
Tiempo de aprender y amar… ¿por qué no empezar hoy!?
Con amor y gratitud
Denise
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