¿Por qué la mente piensa pensamientos que nos asustan?
By por Dr. Margaret Paul traducido por Grace EscaipNovember 11, 2011
¿Los pensamientos terroríficos de tu yo herido te causan miedo y ansiedad? ¿Tienes problemas para parar los pensamientos que te asustan? ¡Descubre un nuevo trabajo para tu yo herido!
Mucha gente ha trabajado por años en terapia, grupos espirituales, o meditación, para aprender como tener control sobre su mente. Sin embargo muchas de estas personas siguen luchando con el miedo y la ansiedad que provienen de pensamientos que no quieren y que los asustan, pensamientos que generalmente son acerca de lo que hicieron mal en el pasado o de lo que puede suceder en el futuro. ¿Por qué la mente persiste con estos pensamientos si nos hacen sentir tan mal?
Nuestra mente programada – nuestro yo herido – se formó para protegernos de las cosas que no podíamos manejar de niños. Uno de los sentimientos que más nos pudo haber asustado y que pudimos haber tenido de bebés y de niños es la impotencia. De bebés, si nadie venía cuando llorábamos, podíamos haber muerto de inanición o de desolación. De niños la impotencia sobre el abuso emocional, físico o sexual era aterrorizante. Así que desarrollamos varias protecciones contra el sentimiento de impotencia como un intento de crear seguridad. Las protecciones que desarrollamos funcionan hasta cierto punto.
Hoy, como el sentimiento de impotencia se puede asociar con la muerte, la mayoría de las personas van a hacer cualquier cosa para evadir este sentimiento – incluyendo todas las viejas protecciones que aprendimos de niños para sentirnos seguros. El problema es que son estas protecciones en sí las que ahora están creando el que no nos sintamos seguros.
Una de las cosas que nuestro yo herido odia es la incertidumbre. Sin embargo en el mundo de hoy, tenemos mucha incertidumbre, y nos sentimos impotentes sobre esto. Nuestro yo herido, en lugar de sentir esta impotencia sobre los demás y sobre el resultado de las cosas, crea un sentimiento de poder y de certidumbre, a través de enfocarse en las cosas malas que pueden suceder. Paradójicamente el yo herido prefiere pensar que tiene control sobre las cosas malas que pasan en lugar de vivir con la incertidumbre. Además, muchos de nosotros crecimos con padres que se preocupaban demasiado, creyendo que la preocupación previene que las cosas malas pasen. Mi mamá se preocupaba constantemente, y nunca le pasó nada malo. Ella creía firmemente que era su preocupación la que la protegía. Y quizás porque ella pensaba que la preocupación y el pensamiento obsesivo la protegían, sí lo hacían, pero el precio que pagaba era enorme – la constante ansiedad e infelicidad, y la frecuente y consecuente ira de estos sentimientos. Ella nunca se sintió segura.
Mi mamá nunca se sintió segura porque ella no creía en Dios. Ella no tenía una fuente espiritual en la cual poder volcarse en los momentos estresantes. Ella lo único que sabía hacer era preocuparse y tener pensamientos obsesivos para poder tener una sensación de control.
Sin embargo, “soltar y dejar que Dios se encargue” puede crear el sentimiento de impotencia e incertidumbre, mismos que el yo herido odia sentir. Así que el yo herido puede seguir intentando pensar pensamientos que nos asustan para obtener una sensación de control y de certidumbre, aunque estos pensamientos sean acerca de que pasen cosas malas. Dado que el yo herido surge a la existencia para tener control, tiene que continuar controlando para seguir existiendo.
Para poder movernos más allá del miedo y la ansiedad que resultan del pensamiento negativo, tenemos que darle a nuestro yo herido una nueva forma de control. Tenemos que reconocer que las viejas formas ya no funcionan, y tenemos que estar dispuestos a soltar el tratar de controlar a las personas y el resultado de las cosas con pensamientos negativos. Tenemos que darle al yo herido la descripción de un nuevo trabajo – ¡Controlar a través de pensamientos positivos! Darle a nuestro yo herido una forma positiva de control a través de pensamientos positivos puede calmar esta necesidad de controlar, permitiéndonos así abrirnos y dejar que la verdad y la bondad del espíritu fluya a través de nosotros.
Darle al yo herido esta nueva y poderosa forma de controlar mientras nos abrimos y permitimos que la verdad y el amor del espíritu fluyan a través de nosotros, es lo que crea una profunda sensación de seguridad.
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