¿Por qué buscamos la Aprobación de los Demás?
By Por la Dra. Margaret Paul traducido por Arantza IbarburuSeptember 20, 2011
Si eres adicta/o a buscar la aprobación de los demás, este artículo es para ti!
Hace muchos años,
me di cuenta de que me sentía ansiosa la mayoría del tiempo. Esto me
parecía algo normal, ya que ese sentimiento había estado conmigo desde siempre
– hasta que dejó de parecérmelo. Dejó de ser algo normal hasta que volví a
estudiar para convertirme en sicoterapeuta. Entonces me di cuenta de que ,
normal o no, no quería seguir viviendo mi vida con esa ansiedad.
Sin embargo, me había sentido así durante tanto tiempo
que no tenía ni idea de por qué me
sentía así. Así que cada vez que me daba cuenta de que sentía ansiedad – cosa
que ocurría sobre todo cuando estaba con gente – empecé a fijarme en cuales
eran mis pensamientos y mis acciones.
De lo primero que me di cuenta fue cuanto me criticaba a
mi misma cuando estaba con otra gente.
Me presionaba constantemente a mi misma para decir lo correcto y hacer
lo correcto. ¿Por qué? Creía
que si decía y hacía lo correcto, podría controlar el conseguir la aprobación
de los demás.
Aha! Pronto
me di cuenta de que era totalmente adicta a recibir la aprobación de los demás.
¿Pero, por qué? ¿Por qué
buscaba constantemente esa aprobación? ¿Qué pasaba aquí?
Según fui siendo cada vez más consciente de con que
frecuencia y con que severidad me criticaba
a mi misma, relacioné las cosas: como me desaprobaba a mi misma eso me llevaba
a necesitar la aprobación de los demás. Mientras me siguiera tratando tan mal –
no solo criticándome sino también cediendo para agradar a los demás y no
atendiendo a mis propios sentimientos y necesidades – necesitaría
desesperandamente la aprobación de los demás para sentirme bien.
¡Esto fue para mi un ENORME descubrimiento! Me di cuenta de que no era dependiente de la aprobación porque había algo imperfecto y defectuoso en mi, sino por que me trataba a mi misma de forma abusiva! ¡Y en este tema, había algo que yo podía hacer! Finalmente me di cuenta de que ya que no podía controlar lo que los demás sentían por mi y como me trataban – incluso si “era perfecta” – lo que si podía controlar era lo que sentía yo por mi misma y como me trataba.
Durante todo un año, me fijé en mis auto-críticas – sin juzgarme por criticarme! Simplemente observé, con interés y curiosidad. También puse atención en lo ansiosa que eso me hacía sentir. Llegué a la conclusión de que si hacía todo “bien” para impresionar a la gente, quizás gustaría a la mitad de las personas y a la otra mitad no. Y que si no hacía nada para impresionarlos y simplemente era yo misma, quizás gustaría a la mitad de las personas y a la otra mitad no. Así que ¿por qué molestarme en trabajar tan duro para ganarme su aprobación?
Cada vez que observaba, podía “cambiar los canales” y modificar mi pensamiento a algo más verdadero y más positivo. Después de más o menos un año, ocurrió algo mágico – dejé de criticarme! Fue como si esa parte mía que era la que criticaba – mi yo herido – hubiera abandonado esta adicción. Estaba claro que no estaba trabajando ni para controlar lo que los demás sentían por mi ni me estaba protegiendo de los sentimientos dolorosos. De hecho, era el causante de gtran parte del dolor.
No solo dejé de criticarme, sino que además dejé de necesitar la aprobación de los demás. Como ahora me valoraba a mi misma en vez de criticarme, la necesidad concreta de aprobación de los demás desapareció. De hecho, dejé de fijarme si los demás me aprobaban o no. Dejé incluso de pensar en ello! Y, por supuesto, toda esa ansiedad que llevaba arrastrando durante tanto tiempo por lo que los demás sentían por mi se esfumó. ¡Qué alivio!
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